Dos hombres acudieron a un rabino anciano para dirimir una disputa. Tras escuchar al primero, el rabino le dice: «Tienes razón». El segundo insiste en ser escuchado; el rabino así lo hace, y le dice: «Tú también tienes razón». Entonces la mujer del rabino, que escuchaba desde otra habitación, le increpa: «¡Pero no pueden tener razón los dos!». El rabino reflexiona, asiente, y concluye: «También tú tienes razón»."
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