martes, 25 de mayo de 2021

El rabino que terció en la disputa


   Dos hombres acudieron a un rabino anciano para dirimir una disputa. Tras escuchar al primero, el rabino le dice: «Tienes razón». El segundo insiste en ser escuchado; el rabino así lo hace, y le dice: «Tú también tienes razón». Entonces la mujer del rabino, que escuchaba desde otra habitación, le increpa: «¡Pero no pueden tener razón los dos!». El rabino reflexiona, asiente, y concluye: «También tú tienes razón»." 


miércoles, 30 de septiembre de 2020

sábado, 14 de diciembre de 2019

Página asesina -- Julio Cortázar


   En un pueblo de Escocia venden libros con una página en blanco perdida en algún lugar del volumen. Si un lector desemboca en esa página al dar las tres de la tarde, muere.

sábado, 9 de marzo de 2019

Gemelos -- Mark Twain


   Eramos gemelos mi hermano Billy y yo, hasta que un día, en la tina, se ahogó uno de los dos. Y desde entonces no he sabido nunca si el muerto era Billy o era yo.


domingo, 6 de agosto de 2017

El adivino de la casa amarilla -- Luis Fayad


   Encontró con facilidad la casa, pues era la única amarilla de la cuadra. Golpeó y nadie respondió y, a la tercera vez, más por nerviosismo que por impaciencia, decidió entrar. Le habían dicho que el adivino siempre estaba en el primer cuarto a la derecha del pasillo, pero no vio a nadie. Se quedó largo rato sin hacer nada, ni siquiera observando el cuarto, y luego quiso salir de la casa. La curiosidad se lo impidió; entonces siguió por el pasillo buscando al adivino. Había más cuartos, y después, más pasillos con más cuartos. En ninguno estaba el adivino. Regresó, y ante la puerta de la casa se volvió con brusquedad. El adivino lo estaba mirando, lo miraba como si lo conociera desde hacía mucho tiempo.
   —Sabía que usted iba a venir —dijo el adivino.
   Leoncio no respondió.
   —Por eso me escondí —continuó el adivino—. Sabía también que yo iba a esconderme y que usted me buscaría cuarto por cuarto, y que yo me presentaría cuando usted fuera a salir de la casa. Me escondí porque sabía que a usted iba a sucederle una desgracia y no quería darle la noticia, y sabía que vendría a su encuentro porque yo estaba equivocado. Sabía que en este momento usted quizá quisiera preguntarme algo y que no se atrevería. También esto lo sabía.
   El adivino se retiró y Leoncio salió de la casa. Estaba intranquilo. Hubiera querido preguntarle al adivino si no se había equivocado de nuevo y si la desgracia se haría efectiva de todas maneras.